Factores sociales y económicos
se suman a los clásicos antecedentes psicológicos en cuanto al tipo de elecciones alimenticias que hacemos, nos referimos a que hoy en día ante las crisis económicas resulta más accesible y hasta apetitoso consumir comida rápida, lo cuál implica lo que llamamos calorías vacías y repercute en un aumento de peso considerable, si se continua con este tipo de selecciones.
Sumando el estrés
Se suma a este panorama el estrés, que la mayoría de las personas adultas padecemos. Inmersos en un mundo donde la visión de lo inmediato y lo rápido cobra un papel fundamental, aumentan los niveles de ansiedad cíclica mente en cada uno de nosotros, lo cual conlleva también a querer premiarnos por tanto esfuerzo con este tipo de comidas que activan ciertos sensores del placer.Una rutina insoportable
El estrés, la comida que consumimos, la predisposición genética, el dormir poco o mal, tener una vida no activa o sedentaria, todas ellas son variables que impulsan hacia la obesidad y nos acercan al riesgo de padecer enfermedades asociadas.¿Cómo nos afecta?
Qué ocurre en el caso de no descansar: la fórmula es la siguiente; en individuos que han dormido poco, disminuye la leptina y aumenta la grelina. La leptina tiende a suprimir el apetito, pero con su disminución ocurre una mayor tendencia a comer. Por el contrario, la grelina provoca sensación de hambre, pero dada la falta de sueño se produce un aumento de esta hormona, lo que conlleva a que efecto se suma al anterior. La conjunción de ambos factores reside en gran medida en un aumento del apetito y por consiguiente; del peso.